La Primera Conferencia del Partido, esa reunión que convoca el Comité Central en el período que media entre congresos, “para tratar asuntos importantes de su política”, toma por dos días las salas del Palacio de las Convenciones de La Habana. Afuera, el país y su capital viven un típico fin de semana, diferenciado solo por las celebraciones martianas del 28 de enero, día entrañable para todos los cubanos.
No hay estridencias, ni galanuras, ni señales en las calles de ningún otro acontecimiento extraordinario. Los reportes de la televisión y la radio y el periódico del domingo apenas podrán apresar el sumo de los análisis que transcurren al interior del recinto. Espoleada por mi oficio y por el privilegio de asistir todo lo que se debate, me pregunto si esa parte de la nación que no está dentro de Convenciones, sabrá que sí lo está dentro de la Conferencia.
A ver, no es un juego de palabras. Lo que ha ocurrido, por ejemplo, este sábado, es que se han reunido 806 militantes -de 811 previstos- en representación de los 800 mil que integran las filas del Partido de la nación cubana, para “evaluar con objetividad y sentido crítico, el trabajo de la organización y determinar con voluntad renovadora las transformaciones necesarias para situarlo a la altura que demandan las actuales circunstancias.” Así reza en la Resolución convocante. Pero no la citaría si no me constara que fue exactamente lo que se hizo.
“Esta no es una reunión de dirigentes”, dijo José R. Machado Ventura, Segundo Secretario y Vicepresidente del país, al inaugurar la Conferencia. Y su afirmación se puede constatar en el variopinto grupo humano que llena las salas, con sus diferencias de sexo, raza, edades, pero también profesiones, oficios y niveles sociales y culturales. Según Machado, las mujeres (42, 7 % de los delegados) y las personas de raza negra o mestiza (37,5 % ) están incluso representados en por cientos superiores a los que hoy representan dentro del total de la militancia partidista. Es, evidentemente, la voluntad de empujar más hacia la corrección de históricos desequilibrios.
No son estos, sin embargo, los argumentos en los que afinco mi tesis de que Cuba entera está dentro de la Conferencia. Ni siquiera pienso en un dato más contundente: las más de un millón de opiniones que modificaron 78 de los 96 objetivos planteados en el documento base, que se discutieron en más de 65 mil reuniones de núcleos del Partido o comités de base de la UJC.
Parto del extraordinario ejercicio de ¿ingeniería social? que ya se puso en práctica en la discusión y aprobación de los 313 lineamientos del Congreso. Las comisiones de trabajo, diferenciadas por tema, siguen en pantalla ampliada, cada objetivo del documento base, tal cual quedó tras su análisis en el Buró Político, con las sugerencias depuradas en todas las reuniones anteriores y las delegaciones territoriales de forma colectiva, como delegados e invitados, tienen el derecho a insistir en sus propuestas de modificación o cambio hasta lograr consenso.
Increíblemente, lo que podría sonar como una tarea infinita y compleja, termina siendo bastante dinámica y sencilla, aunque para nada superficial o ligera. El entrenamiento del Congreso se advierte en intervenciones cada vez más breves y sustanciosas, en la ausencia total de consignas y en una síntesis asombrosa de la inteligencia colectiva.
Impresiona tanto lo concreto del método que cuando por primera vez se asiste a ese modo de ejercer la democracia, se suele creer que lo ya escrito coartará los análisis. Si así fue, si así se modificó, si así quedó, ¿quién se aventuraría a proponer formulaciones nuevas? Pero una sola palabra, más o menos polémica, puede desatar debates absolutamente indispensables, aunque al mismo tiempo novedosísimos en el estilo de trabajo de un Partido único que ha empezado su Conferencia reconociendo la necesidad de hacer cambios profundos con base en el consenso y garantizando que ningún acuerdo termine en letra muerta.
Como supondrán, a la hora de las comisiones, elegí la Ideológica para seguir el evento. Y ya no me pude separar de sus debates hasta el cierre. Por eso me gustaría citar dos de sus momentos más intensos. El primero, cuando la invitada Mariela Castro sugirió incluir la palabra diálogo de forma expresa, donde aparecía más bien implícita y el segundo cuando Ángel Bueno, un cuentapropista de la capital, se preguntó si la nueva modalidad de contratación por parte de personas naturales no contradice la letra de la Ley de Leyes.
De ser delegada hubiera votado por incluir la polémica palabra, esencia por donde se le mire de la comunicación política que exigen los nuevos tiempos. Solo que, como diría el versador Eusebio, “hay palabras que lo dicen todo y no hay palabras para decirlo todo…pero las palabras no son determinantes, lo son las acciones.”
En cuanto a la honesta preocupación del cuentapropista, su intervención reactivó la relación de la Conferencia con la tarea más importante hoy: implementar los Lineamientos, esos cambios que por mandato de la nación acordó el Congreso del Partido.
Marino Murillo reconoció que se han hecho y se harán las modificaciones que sean necesarias a las leyes, pero que hay una frontera a todo: el sistema socialista es intocable. De ahí los mecanismos de amortiguación (impuestos y pago de Seguridad Social, entre otros) para contener las lógicas desigualdades que generan los altos ingresos de algunos segmentos de la sociedad. Lo esencial, reafirmó, es que nadie quedará desamparado en el sistema de justicia social que podamos garantizar y que los ingresos, no importa su cuantía, sean el fruto del trabajo honrado.
Al final, Bueno retomaba la palabra para advertir que las nuevas modalidades no estatales de trabajo demandan un trabajo político diferenciado. “No piensa igual quien gana 500 pesos diarios”, dijo, y puso por delante su experiencia de 20 años con negocio propio y orgullosa militancia de más años aún. Ya antes, Lázara Mercedes Acea, la secretaria del Partido en la capital, había tocado con especial sensibilidad el tema, partiendo de uno de los objetivos planteados por el documento sobre la necesidad de desterrar cualquier práctica discriminatoria hacia los cuentapropistas. La palabra diálogo en toda su dimensión -comunicación en dos sentidos: decir pero también escuchar- volvió a enseñorearse en el ambiente.
“Lo más difícil de cambiar, más que leyes y normativas, es la mentalidad”, había recordado más de un delegado. “El cambio no lo vamos a ver en las palabras, sino en lo que hagamos a partir de ellas”, había sentenciado Esteban Lazo, al frente de la Comisión durante el debate.
“Aquí estamos para llevar el espíritu del Partido a la nueva realidad de Cuba y el mundo”, puntualizaba antes Eusebio. Ese espíritu, de inspiración martiana, sin dejar de ser marxista leninista por su práctica, flotaba en los debates que vi este 28 de enero en la Conferencia Nacional del Partido.
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